Manejo integral de la obesidad infantil: un desafío para los profesionales en nutrición

La obesidad pediátrica es una condición multifactorial con implicaciones clínicas, psicológicas y sociales profundas. Según el artículo de opinión de la Dra. Mardia Guadalupe López-Alarcón, publicado en la Revista Médica del IMSS, esta problemática no solo representa una crisis de salud pública mundial, sino que también exige un abordaje coordinado y multidisciplinario desde los primeros niveles de atención médica.

Un panorama preocupante

Las cifras actuales son alarmantes: más de 38 millones de niños menores de cinco años y más de 340 millones de escolares y adolescentes presentaban sobrepeso u obesidad (SP/O) en 2019 a nivel mundial. En México, el 44% de los adolescentes y el 38% de los escolares mostraban esta condición en 2020. A ello se suma la fuerte asociación entre obesidad infantil y alteraciones metabólicas como hipertensión, dislipidemia y resistencia a la insulina, así como un incremento en la prevalencia de trastornos psicológicos, como ansiedad y depresión.

Etiología: más allá del balance energético

Aunque el desequilibrio energético sigue siendo una causa fundamental, la obesidad infantil no puede reducirse a una simple ecuación de calorías ingeridas vs. calorías gastadas. Factores maternos (como la obesidad gestacional y la mala nutrición durante el embarazo), hábitos de alimentación tempranos (introducción precoz de alimentos no saludables, ausencia de lactancia materna), alteraciones del sueño, urbanización, sedentarismo y el estigma del peso se combinan para crear un entorno obesogénico. Además, en la adolescencia se suman procesos fisiológicos de maduración que potencian la vulnerabilidad a la ganancia excesiva de peso, como el aumento del apetito y una mayor independencia en la toma de decisiones alimentarias.

Diagnóstico clínico: IMC y más allá

El diagnóstico de obesidad en niños se establece comúnmente a través del índice de masa corporal (IMC) utilizando desviaciones estándar según edad y sexo (puntaje z) o percentiles según las tablas CDC. También se utilizan medidas como la circunferencia de cintura (CC) para identificar riesgos metabólicos, especialmente cuando se iguala o supera el percentil 90, dado su vínculo con el síndrome metabólico en mayores de seis años.

Prevención desde etapas tempranas

Las estrategias preventivas deben comenzar incluso antes de la concepción. Incluir la promoción del peso adecuado en la madre, la lactancia materna exclusiva hasta los seis meses, y una alimentación complementaria saludable son acciones clave. A nivel familiar y comunitario, se recomienda una dieta rica en frutas, vegetales, granos integrales y grasas saludables, limitando el azúcar, la sal y las grasas trans. La actividad física también juega un papel central: al menos 60 minutos de ejercicio moderado a vigoroso al día, acompañado de la reducción del tiempo frente a pantallas.

Tratamiento: un abordaje integral

Cuando la obesidad ya está presente, el tratamiento debe ser individualizado, intensivo y liderado por profesionales capacitados, incluyendo nutriólogos, psicólogos, médicos y otros especialistas. Las Guías de Práctica Clínica (GPC) proponen como primera línea de intervención cambios en el estilo de vida, especialmente en alimentación, actividad física y comportamiento.

No se recomienda imponer dietas restrictivas, sino promover una alimentación saludable y balanceada. Se deben establecer horarios, evitar el consumo entre comidas, limitar la comida ultraprocesada y fomentar el reconocimiento de señales de hambre emocional. Asimismo, la actividad física debe iniciarse gradualmente, adaptándose a las capacidades del niño y aumentando progresivamente hasta alcanzar los niveles recomendados.

En casos más graves, se puede considerar la farmacoterapia o incluso la cirugía bariátrica, aunque siempre bajo una estricta supervisión médica y considerando las comorbilidades presentes.

Acciones institucionales: el caso del IMSS

El Instituto Mexicano del Seguro Social ha implementado diversas acciones para enfrentar este desafío, incluyendo campañas informativas, protocolos de atención integral (PAI), promoción de la lactancia y estudios científicos para evaluar nuevas estrategias. Estos esfuerzos requieren una infraestructura robusta y capacitación constante del personal involucrado.

Reflexión final

Para los profesionales en nutrición, este panorama exige más que conocimientos técnicos: implica una actitud proactiva, sensible y colaborativa. La obesidad infantil no se resuelve solo en la consulta, sino en la interacción entre profesionales de salud, familias, comunidades e instituciones. La prevención y el tratamiento exitosos dependen del compromiso colectivo con la salud integral de las nuevas generaciones.

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