Durante años, la hipertensión se ha considerado un problema casi exclusivo de los adultos. Sin embargo, la evidencia científica más reciente nos obliga a replantear esa idea. Un amplio análisis global revela que la hipertensión infantil es más frecuente de lo que creíamos y, peor aún, está aumentando en todo el mundo.
Este estudio, que analizó investigaciones publicadas entre 2000 y abril de 2025, tuvo un objetivo claro: estimar de forma más precisa la prevalencia mundial de hipertensión en niños y adolescentes, utilizando dos enfoques diagnósticos distintos. Hasta ahora, la falta de criterios homogéneos había generado cifras inconsistentes y difíciles de comparar entre países.
¿Cómo se hizo el estudio?
Los investigadores revisaron bases de datos científicas como PubMed, Embase y MEDLINE, identificando más de 11 700 registros. Tras un riguroso proceso de selección y evaluación de calidad, 96 estudios poblacionales cumplieron con los criterios de inclusión.
Se analizaron dos métodos diagnósticos:
Medición en consulta (in-office), basada en lecturas repetidas de presión arterial en al menos tres ocasiones.
Enfoque combinado, que integra mediciones en consulta y fuera del consultorio (por ejemplo, monitoreo ambulatorio).
Ambos métodos ofrecen información valiosa, pero no necesariamente producen los mismos resultados. Y ahí empieza el problema… y la oportunidad.
¿Qué encontraron?
Los resultados son tan claros como inquietantes:
Usando solo mediciones en consulta, la prevalencia global de hipertensión infantil fue del 4,28%.
Cuando se empleó el enfoque combinado, la prevalencia de hipertensión sostenida aumentó hasta 6,67%.
En términos simples: dependiendo de cómo se mida, estamos subestimando o detectando mejor el problema.
El estudio también mostró que la hipertensión:
Aumenta con la edad, alcanzando su punto máximo alrededor de los 14 años.
Afecta tanto a niños como a niñas, con un crecimiento notable en ambos sexos.
Casi se duplicó entre 2000 y 2020, pasando de alrededor del 3% a más del 6% en algunos grupos.
Sí, leíste bien: en apenas dos décadas, la hipertensión infantil prácticamente se duplicó. No es una moda, es una tendencia.
¿Por qué importa esto?
Porque la hipertensión en la infancia no suele dar síntomas, pero deja huella. Un niño hipertenso tiene muchas más probabilidades de convertirse en un adulto con enfermedad cardiovascular, diabetes o daño renal. Es como plantar una semilla silenciosa que dará frutos… pero no precisamente buenos.
Además, este estudio pone sobre la mesa un tema clave: la necesidad urgente de criterios diagnósticos armonizados. Si cada país, estudio o clínica mide de forma distinta, comparar datos y diseñar políticas de prevención se vuelve un rompecabezas.
Mirando hacia adelante
La hipertensión infantil ya no es una rareza clínica, sino un problema de salud pública global. Detectarla a tiempo, medirla correctamente y actuar de forma preventiva puede marcar una diferencia enorme en la salud futura de millones de personas.
Porque cuando hablamos de niños, prevenir hoy es ganar décadas de salud mañana. Y esta vez, la ciencia nos está hablando alto y claro.



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