¿Puede lo que comen nuestros hijos cambiar la forma en que sus genes se expresan? La respuesta es sí, y la ciencia de la epigenética lo está demostrando.
Un estudio reciente publicado en Children (2025) analizó 17 investigaciones científicas para comprender cómo la alimentación durante la infancia y adolescencia impacta los mecanismos epigenéticos, es decir, aquellos que regulan la expresión de nuestros genes sin alterar su secuencia. ¿El hallazgo? La dieta no solo nutre, también programa.
La epigenética estudia cómo ciertos factores externos, como el ambiente y la alimentación, activan o silencian genes. Estos cambios no modifican el ADN en sí, pero sí cómo se “lee”, lo que puede influir en la aparición de enfermedades como obesidad, diabetes tipo 2, asma o incluso trastornos del desarrollo.
El estudio encontró que dietas ricas en vitaminas del grupo B, ácidos grasos saludables, antioxidantes y fibra pueden influir positivamente en la metilación del ADN, uno de los principales mecanismos epigenéticos. Por ejemplo:
El consumo de fibra se asoció con menor inflamación y grasa visceral.
Una dieta tipo mediterránea combinada con ejercicio físico modificó positivamente genes relacionados con obesidad y resistencia a la insulina.
La suplementación con vitamina B12 y ácido fólico mostró potencial para regular genes vinculados a la diabetes tipo 2.
No todo lo que brilla es oro. Algunos ensayos clínicos con suplementos en niños con trastornos genéticos, como el síndrome de Angelman, no mostraron efectos significativos, aunque sí tendencias positivas en comportamiento. Esto sugiere que las intervenciones deben ser personalizadas y sostenidas en el tiempo.
La gran promesa de la epigenética es la nutrición personalizada: adaptar la alimentación según el perfil genético y epigenético de cada niño para prevenir enfermedades antes de que aparezcan. Un “score epigenético” podría, en un futuro, predecir quién responderá mejor a una dieta para bajar de peso o prevenir enfermedades metabólicas.
El estudio también enfatiza la importancia de programas escolares que enseñen a los niños no solo a comer mejor, sino a comprender cómo su dieta influye en sus genes y su salud futura. Alimentarse bien hoy puede significar menos enfermedades mañana.
Conclusión: La nutrición no solo llena estómagos, también escribe el futuro biológico de nuestros hijos. Invertir en una alimentación saludable desde la niñez es apostar por generaciones más sanas, resilientes y longevas.
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